Los lixiviados de los vertederos de residuos sólidos urbanos,
tienen una composición muy variada debida a su procedencia heterogénea, como
pueden ser los líquidos contenidos en los envases, los productos líquidos de la
degradación orgánica de los residuos o las aguas de lluvia que percolan y se
contaminan por el contacto con los residuos.
La mezcla de estos residuos líquidos da como resultado, un
vertido caracterizado por su alta contaminación orgánica y por su elevada
concentración en compuestos del nitrógeno. Además de toda esta amalgama de
efluentes contaminados hay que tener en cuenta otra variable, el tiempo, que modifica
las características contaminantes del lixiviado: por ejemplo, la
biodegradabilidad disminuye con el tiempo (los lixiviados se clasifican,
precisamente, según la biodegradabilidad del mismo, en joven, medio y viejo).
No hay una técnica general que sirva para todos los casos que
se presentan en el tratamiento del lixiviado del vertedero, sino que, dependiendo
de cada caso concreto la solución será una u otra. Así, la forma en que se
resuelve la dificultad que plantea el sistema de depuración, variará según los
diferentes condicionantes que afectan al diseño y construcción de una planta de
tratamiento de aguas residuales, como pueden ser la legislación aplicable, las
características contaminantes del vertido o el volumen de efluentes a tratar,
por citar algunos de ellos.
En efecto, para efluentes altamente contaminados y de escaso
volumen, el evaporador es una solución ventajosa frente al resto de tecnologías;
a medida que aumenta el caudal diario de vertido, hay que pensar en otras soluciones
cuya inversión y explotación sea menor que la evaporación, como puede ser el
tratamiento biológico.
Dentro de los diferentes tipos de tratamientos biológicos,
los sistemas MBR (Membrane Biological Reactor) poseen una serie de virtudes que
lo convierten en una aplicación muy interesante para estos casos.
La peculiaridad de los sistemas MBR se encuentra en la
sustitución de los decantadores secundarios por membranas de ultrafiltración,
consiguiendo dos cosas: la primera, una separación sólido – líquido muy
eficiente; la segunda, aumentar la concentración en los reactores biológicos.
Esto, que a primera vista puede ser muy atrayente, tiene sus inconvenientes.
Entre sus virtudes encontramos la mejora de la calidad del efluente, la
disminución del volumen de los reactores y la disminución de la producción de
fangos al trabajar con una mayor edad de fangos. Sin embargo, los sistemas MBR
no son la panacea de la depuración de las aguas residuales: también tiene sus
inconvenientes. Sin ánimo de ser exhaustivos, podemos citar algunos de ellos: la
disminución del coeficiente de transferencia de oxígeno - con el consiguiente
aumento del consumo energético -, el aumento de la temperatura en los reactores
cuando tratamos vertidos con alta contaminación orgánica o, lo que es más
importante, el traslado de los problemas de decantación de los sistemas
clásicos, a la filtración. Los problemas de filtración se deben al
ensuciamiento que producen en la membrana la acumulación de EPS, sustancias
poliméricas extracelulares. El ensuciamiento de las membranas en los procesos
MBR es el verdadero caballo de batalla de esta tecnología, especialmente por
los costes energéticos que origina. Entre los factores que influyen en el
ensuciamiento de las membranas se encuentra la microbiología del proceso, la
concentración de sólidos biológicos y la viscosidad de los lodos, con lo que
una de las ventajas del proceso MBR, como puede ser la elevada concentración de
sólidos del licor mezcla que redunda en el volumen del reactor, entra en
conflicto con una limpieza adecuada de la membrana.
Ahora bien, sin ser la piedra filosofal que convierte en oro
el plomo de las aguas contaminadas, valga la metáfora, su aplicación en ciertos
campos, como puede ser el tratamiento de lixiviados de vertederos, los
convierte en una buena solución.